No existen convenciones genéricas aplicables a todos los campos y disciplinas sobre el orden de las firmas. Ni siquiera un acuerdo internacional. De esto se suelen librar los investigadores de los ámbitos de las Artes y las Humanidades, pues lo más común es que la autoría de sus manuscritos sea unipersonal -o a lo sumo en pareja-; pero en el ámbito de las Ciencias (sociales, de la salud, o básicas) es frecuente encontrarse en un dilema, sobre todo en equipos cada vez más internacionales y multidisciplinares.
El caso de las Ciencias Sociales, aunque es el más sencillo entre las tres enumeradas ut supra, porque su listado de autores varía entre 1 a 3 y, quizás en casos extremadamente justificados hasta 5, suele ser muy arduo porque siempre surge el debate de si ir primero o de último, si el del “medio” es el que menos ha contribuido, o mejor aún ¿cuál es la opinión que creo que aplica la agencia de evaluación que me toca (ANECA, CNEAI, DEVA, AQU, Madri+D, Conacyt, SUNEDU…)? Particularmente porque es de todos conocido que sus criterios y baremos no suelen ser muy explícitos ni transparentes, dejando a las comisiones la vindicta pública que les permite las amplias facultades de interpretación y su acérrima soberanía, fundamentada en la ambigüedad normativa.
La lógica, la justicia y la ética nos dicta que el orden de los autores debe ser relativo a la cantidad de esfuerzo que haya puesto cada uno en la investigación y en la redacción del artículo. Una especie de sistema de puntuación que ya en 1985 Roger B. Winston (Artículo disponible en: https://doi.org/10.1002/j.1556-6676.1985.tb02749.x) explicaba con la siguiente tabla:
Categoría de la actividad | Puntos | Método de asignación |
Conceptualización y refinado de las ideas de investigación | 50 | Cualitativo |
Revisión de literatura | 20 | Tiempo |
Diseño metodológico de la investigación | 30 | Cualitativo |
Selección del instrumento | 10 | Cualitativo |
Construcción y diseño del instrumento | 40 | Cualitativo y Tiempo |
Selección del método estadístico | 10 | Cualitativo |
Procesamiento estadístico y computacional | 10 | Tiempo |
Interpretación y análisis de datos | 10 | Cualitativo |
Redacción del manuscrito | ||
Primer borrador | 50 | Tiempo |
Segundo borrador | 30 | Tiempo |
Reescritura (por página) | 2 | Tiempo |
Edición del manuscrito y elaboración de cambios | 10 | Tiempo |
Sin embargo ¿Qué sucede cuando las contribuciones relativas son casi idénticas? Incluso ¿qué pasa en investigaciones interdisciplinares en las que valorar el nivel de contribución e implicación del otro es difícil? En teoría, en este caso todos los que figuran en el listado de autores deben ser interpretados como primer autor, pero, al igual que existe el et al., las agencias de evaluación, los grants, e incluso las propias universidades, establecen sus criterios de interpretación sui generi, aunque no estén expuestos de forma pública.
En áreas como las Ciencias de la Salud, y más específicamente en el campo de la medicina, existe cierta convención de que el primer y el último autor son los que más han contribuido, mientras que los del medio (en una especie de curva), han tenido menor participación. En otros ámbitos como las ciencias básicas, con interminables listados de autores en muchos casos, el orden se establece por criterios alfabéticos del apellido del autor, aunque algunas revistas del campo de la astronomía, por ejemplo, priorizan que los Investigadores Principales (IP) o lab-heads vayan en primera posición, por una cuestión de visibilidad, impacto y citación.
Otras convenciones que se suelen aplicar en algunas ramas de las Ciencias Sociales en países como Brasil, dictan que el último autor suele ser el investigador senior, que usualmente tiene una menor contribución en la investigación y la redacción del manuscrito, pero que asiste con la conceptualización y el refinado de las ideas de investigación y el diseño metodológico; es decir, que funge de tutor de los investigadores que están comenzando la carrera. Algo muy parecido suele suceder en las evaluaciones del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) de CONACYT (México), sobre todo con profesores de niveles superiores al SNI 2. Obviamente en el caso de España esto sería impensable, entendiendo que las agencias de acreditación (ANECA, AQU, DEVA, AVAP, ACSUG…) y los sexenios (CNEAI y autonómicos) se evalúan con los mismos criterios para todos, seas novel, senior, o pichichi de la liga: primer autor (bueno), último autor (malo). No hay grises.
Para dirimir estas controversias, algunas revistas muy conocidas como Journal of the American Medical Association (JAMA), The Lancet, British Medical Journal, Science, Nature, Radiology, y las pertenecientes a mega editoriales como IEEE, MDPI o Emerald, exigen que se declare expresamente en el manuscrito la contribución de cada autor, lo que busca eliminar la dictadura de la posición absoluta y relativizar el peso de cada autoría. Asimismo, algunas agencias de evaluación y acreditación (como CONACYT en México o ANECA en España) están valorando -aunque no por igual, dixit– la figura del autor de correspondencia, lo que de alguna forma podría crear un virtual “segundo primer autor”.
Es poco probable que en el panorama cercano se encuentre una solución definitiva a las polémicas del orden de firmas, más aún cuando sus convenciones son tan distintas en cada ecología disciplinar y frontera geográfica. Determinar la importancia relativa de la contribución de cada persona a la investigación seguirá siendo una cuestión de criterio subjetivo y negociado entre los autores, quizás por razonamientos meritocráticos, de solidaridad, o de imposición.
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