La mayoría de las entradas de esta Escuela de Autores pretenden proporcionar pistas e ideas acerca de cómo escribir un artículo. Y muchas de estas coinciden en la importancia de la lectura. Esa, sin duda, es la primera tarea. Si bien antes debemos tener una idea o un tema de investigación o trabajo que, una vez desarrollado, nos permitirá aportar algo significativo a la comunidad científica. Una completa revisión de literatura es una de las claves para desarrollar un buen texto científico. Analizar el conocimiento acumulado en el campo de estudio implica hacerse con el estado del arte de la temática en cuestión. Ello facilita delimitar la idea o el foco del enfoque del trabajo. En esto, nuevamente, es definitivo ser buenos lectores para tener presente las revistas más importantes de la disciplina, los parámetros y características de la investigación en ese campo, las referencias, corrientes, planteamientos, e historia. Así se puede centrar la cuestión que nos preocupa, desestimando aquello que no concuerda con lo que puede ser significativo o actual, o que no aporta porque ya se ha expuesto en exceso. La lectura es, de esta manera, una de las bases para empezar a escribir, a partir de una idea que, en principio puede ser cualquiera. Ideas interesantes, motivadoras, originales son el punto de partida para comenzar.
Como otro puntal del artículo, cabe centrarse en la estructura del mismo, que va a depender de lo que haya dado de sí la investigación y la revista seleccionada para publicar. La idea que ha dado pie al trabajo debe exponerse y secuenciarse trazando la perspectiva principal. Desde esta es necesario formular de manera cabal las preguntas, los objetivos y/o hipótesis de investigación. Posteriormente la metodología, resultados y conclusiones van a conformar el cuerpo del texto de nuestra publicación científica.
Y finalmente, el hecho de escribirlo no es una tarea menor dado que, al tratarse de un texto expositivo-argumentativo, se requiere adecuar la exposición de la información atendiendo a la coherencia, cohesión y adecuación. Los contenidos deben redactarse de forma clara y precisa. La delimitación de los párrafos, sus conexiones, el tamaño de estos, la concisión de las oraciones, el vocabulario, la puntuación y ortografía, y, en definitiva, el estilo académico son fundamentales para una buena escritura científica.
Como autores, el mejor consejo para empezar a escribir un texto, susceptible de ser publicado, sigue siendo la lectura diversificada, variada, continua y de calidad en el campo de estudio y afines. Cuanto más y mejor se lee mayor habilidad de expresión y argumentación se tiene.
Finalmente, escribir como autor también implica ser original y creativo. Basarse en los diferentes estados de la cuestión no implica “copiar” lo que otros han dicho maquillándolo. El plagio empobrece y enturbia la calidad de la investigación.
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