Una vez que se ha terminado un trabajo y quiere publicarse como artículo, el reto del autor o autores es elegir la revista adecuada. El proceso de selección dependerá del ámbito del trabajo, como es lógico, pero también de la calidad editorial de la revista. No es algo menor esto último. Aspectos como la política y proceso editorial transparente, el equipo editorial, y el impacto de la publicación pueden ser determinantes para el éxito. Además de lo formal y la promoción de la propia revista.
Por tanto, al iniciar un proceso de publicación, para que un trabajo sea recibido y aceptado deben considerarse algunos aspectos.
La seriedad y objetividad del proceso de gestión editorial. Esto implica, fundamentalmente, la disponibilidad y visibilidad de la información que los autores precisan, la pulcritud en cuanto a la edición y el formato, la cientificidad de lo publicado, y la garantía ética de los compromisos de autores, revisores y editores.
Los comités o consejos de revisores formados por expertos de reconocido prestigio en cada campo, de distintas universidades y con presencia internacional. Esto garantiza una revisión por pares desde la profesionalidad y experiencia científica, eliminando prácticas endogámicas, lo que se traduce en respuestas personalizadas con criterios académicos, científicos y objetivos, tanto si el trabajo se acepta como si se rechaza.
La puntualidad en las distintas fases de la publicación. La aceptación o rechazo en los tiempos estipulados y publicados por el equipo editorial es otra de las claves de la calidad editorial de una revista. Es fundamental como norma de respeto hacia el trabajo que se envía y hacia la persona o personas que lo firman. Junto a ello, lógicamente, el cumplir con las fechas de publicación y difusión es otro de los parámetros que más se evalúa de cara al buen hacer de una revista.
El impacto y prestigio. Los procesos de evaluación que se siguen en la comunidad científica han destacado la dimensión del impacto de las publicaciones. Por ello, las revistas se esfuerzan por ser indexadas y esto depende en gran medida de sus buenas prácticas editoriales, así como de la validez científica de los trabajos, la difusión, y la visibilidad de estos. De esta manera autores y editores se necesitan. De ahí que una buena política editorial tenga muy en cuenta la relevancia, el progreso y la originalidad en los resultados y aportaciones de los textos que les llegan.
Comunicar es consciente de la importancia de la calidad editorial cumpliendo una serie de indicadores: Impacto y prestigio, visibilidad y acceso, puntualidad y seriedad, rigor del proceso, ética y compromiso, gestión editorial, comunidad científica, tecnologías emergentes, originalidad y progreso, y el autor como máxima.
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