Los investigadores siempre nos encontramos ante una cuestión formal adscrita a protocolos editoriales que, en muchas ocasiones, dificultan la exposición de nuestros hallazgos. Hablamos de la extensión del manuscrito. Como sabemos, las revistas científicas delimitan una serie de aspectos formales que, habitualmente, se exponen en su normativa o en un listado de chequeo previo. Entre los criterios principales se describe la extensión (normalmente en palabras o, en algunos casos puntuales, en páginas) del trabajo, siendo uno de los quebraderos de cabeza de los académicos. ¿Alguna vez has finalizado un manuscrito con 8.200 palabras y la revista solo admite 7.500? En estos casos podemos recurrir a:
Eliminar espacios alrededor de operadores matemáticos
Normalmente, la normativa editorial no señala este tipo de criterios, siendo un recurso ampliamente empleado en los estudios empíricos. Por consiguiente, una forma sencilla de reducir las palabras es suprimiendo los espacios entre números y operadores matemáticos como “=”, “<”, “>”, etc. Por ejemplo, escribir “n = 3” da lugar a tres palabras que, con “n=3”, se computarían como una.
Eliminar adjetivos y adverbios prescindibles
El significado de las premisas puede variar notablemente cuando incorporamos adjetivos o adverbios para detallar el estudio. Si bien, reincidir en su uso a lo largo de la redacción puede aumentar (notablemente) la cantidad de palabras totales sin aportar información. Por ejemplo, en “La proteína X se redujo en gran medida cuando las células se cultivaron en un entorno de alta salinidad” (19 palabras) se podría omitir “en gran medida”, que no constituye un significado cuantitativo, descriptivo y riguroso. Para explicitar la magnitud de la reducción, la premisa se podría reescribir: “Las células que sobreexpresan la proteína X crecen más lentamente que las de tipo salvaje” (15 palabras).
Eliminar o sustituir conectores
Esenciales para el seguimiento de la lectura, los conectores deben emplearse con propiedad y cantidad. De hecho, muchas veces recaemos en las insistentes “coletillas” del investigador. Para evitarlo, debemos releer con detenimiento el manuscrito varias veces (y en diferentes momentos del día o la semana), de modo que podamos detectar dónde se repiten algunos conectores, dónde podemos omitirlos, o dónde son incoherentes. También podemos emplear conectores similares para reducir la extensión, por ejemplo: “pero” en lugar de “sin embargo”, “por consiguiente” o “así” en lugar de “por lo tanto”, etc.
No reescribir o repetir datos/información
Cuando expongas datos en una tabla o figura, no repitas esa información en el texto. Si la tabla indica que participaron 400 personas en el estudio, no es necesario indicarlo en el abstract, la introducción, la sección de la muestra, etc. Reiterar este tipo de datos puede limitar la extensión. Por lo que, con solo indicar “Los datos demográficos de los pacientes se describen en la Tabla 1”, podemos ahorrarnos un extenso párrafo de explicaciones.
Evitar la redundancia de ideas
Cuando finalices el manuscrito, es importante releer. Como decía, valga la ironía del epígrafe, has de volver a leer el trabajo en momentos diferentes que te permitan ver con otra perspectiva la redacción. De este modo podrás identificar redundancias, o incluso resumir cuestiones que ya habías trazado con anterioridad.
Adaptar el manuscrito al estilo de la revista
Aunque muchos investigadores dejan esta tarea para el final, revisar la normativa de la revista a la que se estima remitir el manuscrito debería ser uno de los primeros pasos. Es importante tener presente no solo la extensión, sino la forma en que se cita a los autores en texto y listado de referencias, cómo se introducen los epígrafes, entre otros aspectos. La diferencia entre el formato de referencia APA 7ª Ed. o Harvard puede ser la solución a muchos de estos problemas de extensión.
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