El inicio de la andadura que implica editar una revista científica suele corresponder a una persona que lidera una determinada línea o temática de interés científico, en una asociación o grupo académico, profesional o de investigación. Con frecuencia, en el ámbito académico y científico esas primeras iniciativas se gestionan a partir de las redes de contactos y de trabajo, próximas a quien asume esa responsabilidad. Así, surgen revistas al amparo de asociaciones (profesionales, científicas, culturales…), grupos académicos (equipos docentes, grupos de investigación, miembros de una determinada facultad o universidad…), o incluso como iniciativas personales. Actualmente, el número de revistas ha crecido, probablemente por la demanda generada ante la necesidad de publicación en la carrera académica. Y también, por las facilidades que la tecnología y la digitalización han aportado a la edición, en cuanto a costos, difusión y gestión. No obstante, ese incremento sustantivo no ha derivado en un avance en la calidad de los productos editoriales y cabeceras. De ahí que contar con un buen equipo humano, tanto en la redacción y edición como en el consejo científico y de revisores puede ser el mejor aval para que la revista se posicione en un lugar adecuado a sus objetivos.
El Consejo de redacción suele estar conformado por distintos equipos humanos. El primero de ellos es el Editorial. En la mayoría de las revistas una persona es la que asume el rol de Editor, aunque también hay revistas en las que ese papel corresponde a varias personas (Editores o Editores asociados). En la revista Comunicar se contempla también la figura del Coeditor internacional (para las ediciones en otros países) y los Editores temáticos de cada call.
El Consejo científico internacional o Comité científico responde a la necesidad de constituir una comunidad científica con solvencia y prestigio, que sea garante de la calidad de las contribuciones y temáticas que se publican, así como de la difusión y proyección en el ámbito de conocimiento propio de la revista, por todo el mundo. Invitar a formar parte de este consejo a académicos e investigadores de relevancia, de distintas partes del mundo, implica una especie de control de índole científico y de calidad. Por ello la representatividad, la variedad y, sobre todo, la autoridad de estas personas son la mejor carta de presentación de una publicación que aspire a una posición importante en el campo de las revistas científicas.
El Consejo Internacional de Revisores constituye otro pilar básico en este equipo humano necesario para editar una revista. Estas personas son las responsables de la veracidad, idoneidad y calidad de lo que finalmente se publica en cada edición. Su cometido es valorar de forma rigurosa, desde las exigencias de un texto científico, las aportaciones que se les envían. Ser revisor científico es una tarea importante para el progreso científico, y se reconoce en el ámbito académico. En este sentido una buena revista debe conformar un potente elenco de posibles revisores y gestionar su valiosísima colaboración de una manera eficaz y sostenible.
La mayoría de las revistas completan su equipo humano con equipos técnicos entre los que se encuentran personas que controlan, entre otros, los procesos de redacción, gestión y edición, difusión y visibilidad en redes Estas tareas, muy importantes, redundan en la calidad editorial porque se centran en la adecuación formal, estilística y estética, además de potenciar el impacto de los textos publicados mediante la gestión de redes sociales.