Los equipos editoriales de una revista científica de calidad

https://doi.org/10.3916/club-de-editores-034

Las revistas científicas en el mundo han ido tomando un protagonismo medular en todas las ciencias en los últimos años. La capacidad de la publicación periódica en formato de artículos, de dar cuenta de los principales avances de la ciencia de forma ágil y rápida en textos ajustados en extensión, con una estructura estandarizada para la transmisión de los resultados, ha convertido a las revistas en el principal canal de comunicación científica, exclusivo ya en todas las disciplinas científicas técnicas, y cada vez más en el ámbito de las ciencias sociales y humanidades. Las resistencias son cada día más minoritarias y condenadas a la excepcionalidad porque no hay mejor medio de comunicación para la información científica que las revistas de calidad, donde se valoran realmente productos (resultados científicos) y no personas (en función de su trayectoria o nivel de influencia). Se gestionan la publicación de los resultados en cortos tiempos, se visibilizan en canales internacionales gracias al poder de Internet y, en muchos casos, se ofertan como ”ciencia abierta” (open access).

Gestionar la amplísima producción científica de casi siete millones de investigadores en más de 100.000 revistas científicas de todo el mundo (de las que un tercio aproximadamente tiene parámetros de calidad contrastada, insertas en Scopus o WoS) es bien complejo, y se requiere de equipos profesionales bien organizados en organigramas de trabajo.

Las revistas “profesionales” cuentan con personal especializado y en nómina para ejercer este trabajo. Suelen pertenecer a empresas privadas que han convertido en transacción comercial la edición de este tipo de publicaciones, al estilo de las editoriales clásicas de libros. Por otro lado, en las revistas no profesionalizadas, donde la tarea editora se suma sin línea de continuidad con la investigadora, docente y de gestión, los investigadores asumen el reto editorial con escasa profesionalización y poco tiempo. Muchas de estas cabeceras pertenecen a universidades públicas (y en algunos casos privadas) que mantienen este servicio editorial como imagen institucional, y en general con muy escasos recursos y preocupación por la calidad. Este hecho marca la diferencia entre las revistas con equipos profesionalizados de aquellos que trabajan voluntarista y altruistamente.

Los equipos editoriales son clave en una revista científica de calidad. No es tarea personal la labor de la edición científica, ni siquiera de reducidos equipos porque los roles que hay que ejercer son múltiples.

Por un lado, al Editor/a Jefe (que ha de ser un profesional-investigador de altísima reputación en su campo) ha de acompañarle un Consejo de Editores, más o menos amplio en función de la magnitud de la publicación, que han de especializarse en campos esenciales como el flujo de manuscritos, la gestión editorial, la visibilidad, la presencia en redes, la gestión de la comunidad científica de respaldo, la planificación y prospectiva… en suma, un amplio conjunto de tareas que garantizan la viabilidad y progresión de la revista. En algunas publicaciones se cuenta también con un Consejo de Redacción que, en parte, asume estas tareas editoriales que, por su propia naturaleza, deben de tener un rango menos técnico y más científico.

El Consejo Científico es también un equipo definido y consagrado en una revista científica clásica como órgano asesor que orienta y ofrece directrices, temáticas, enfoques y que, como investigadores consolidados, dan respaldo a la publicación ante la comunidad. Sin embargo, hay que reconocer que este órgano cada vez ha ido perdiendo peso y su papel en muchos casos no es más que honorífico, sin ejercer un liderazgo continuado en la publicación.

Es el Consejo de Revisores Científicos, hoy por hoy, el que ejerce una labor de liderazgo y un papel crucial en una revista de calidad, ya que son los revisores los responsables de la evaluación ciega de los trabajos y por tanto el filtro máximo de la calidad de la publicación. Los informes de los evaluadores garantizan la revisión para la selección de los mejores resultados de investigación. En algunos casos, como en la revista “Comunicar”, estos informes superan con creces los 10-20 informes de revisión, con lo que se garantizan que incluso los trabajos a publicar mejoren sustancialmente su versión inicial con múltiples perspectivas y observaciones.

Existen también otro tipo de Consejos más técnicos y de apoyo en las publicaciones, como el Equipo Informático, el Equipo de Redes Sociales, el Equipo de Visibilidad Científica e Indexaciones, el Consejo Técnico de Redacción Estilística, el Consejo de Traducciones, la Gestión Comercial, la Logística… que se organizan de múltiples maneras, pero que, en su conjunto, conforman el organigrama perfecto para tener no solo un producto de máxima calidad, sino también una explotación (en términos de visibilidad) que garantice a la revista su máximo impacto.

No lo olvidemos, una revista es solo de “calidad” cuando selecciona los mejores manuscritos por su originalidad, novedad y relevancia (sus tasas de rechazo deben ser necesariamente altas y de aceptación obligatoriamente bajas para garantizar esta premisa), pero además ese producto excepcional tiene que contar con la máxima visibilidad en todos los canales científicos para generar muchas lecturas y, por ende, el “impacto” que se traduce en métricas clásicas (citas en las mejores revistas del mundo) y métricas alternativas (redes sociales y otras vías de comunicación con la sociedad). En suma, hablamos realmente de calidad cuando convertimos un producto científico en un resultado que responda a problemas sociales y ofrezca alternativas viables (antes inexploradas) para alcanzar un mundo mejor, que es en definitiva la única finalidad de la ciencia.