Texto de Walter-Federico Gadea
Como todos hemos sabido tristemente, este 9 de enero de 2017 ha fallecido el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman en la ciudad inglesa de Leeds, en cuya Universidad ejercía, a sus 91 años, como docente emérito de la Cátedra de Sociología.
Su vida es tan interesante como su obra. Le tocó huir, tanto de los Nazis, dado su origen judío, en 1940, como de los servicios polacos de información en 1968. Estuvo afiliado al partido comunista y luego se desafilió simplemente porque tenía un pensamiento propio. Exiliado en Israel, impartió clases en la Universidad de Tel Aviv.
Después de haber ejercido la docencia en Canadá y Estados Unidos, viajó a Inglaterra, en donde se afincó definitivamente, dando clases en la Universidad de Leeds.
Su obra es un ejemplo de lo que un intelectual puede y debe ser cuando se compromete con la sociedad y el tiempo que le toca vivir. Su mirada nos sirve porque siempre habló de aquello que importa: nuestra forma de habitar el mundo.
La revista “Comunicar” en su número 38 dedicó un artículo excelente sobre el pensamiento de Bauman llamado “De lo sólido a lo líquido: Las nuevas alfabetizaciones ante los cambios culturales de la Web 2.0”.
En un momento, hubo que explicar el holocausto y lo supo comprender, a pesar de lo incomprensible que resulta la destrucción humana que no alcanza límite.
Luego nos ayudó a entender el cambio que sufre nuestra sociedad en la que medida en que todo lo sólido (las instituciones políticas, las formas culturales, las unidades familiares, las relaciones laborales, etc.) se convierte en incierto. Lo único seguro es la incertidumbre.
Recientemente, nos ha ayudado a pensar la articulación entre consumismo, tecnología y las nuevas formas de subjetividad.
La obra de Bauman siempre ha cumplido con la máxima socrática de “conócete a ti mismo”. Por ello, su reflexión filosófica y sociológica permite concebirnos como sujetos históricos y culturales sitiados en un mundo concreto y cambiante.
A los que lo admiramos, por su valentía y su integridad, no nos queda más que intentar emular su pertinaz búsqueda de un pensamiento crítico, coherente, verdadero e iluminador.