De cómo los maestros más antiguos de la escuela, motivados por un maestro joven y dinámico, se arriesgan a animar su trabajo educador mediante la filmación de cuatro cortometrajes en el que hacen moverse cartabones y otros objetos de variopinta procedencia y extracción.
Relato de Enrique Martínez-Salanova para la revista Aularia.
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Decidir el trabajo, luchar contra las dificultades, organizar los grupos, elaborar el guión, fabricar los decorados y complementos… Una aventura en la que caben toda una suerte de acontecimientos, incidencias y aventuras que, aunque no pasen a los libros, sí quedan en la memoria de todos los que participan en esa prodigiosa peripecia, que contarán en tertulias durante el resto de sus vidas y que propondrán como ejemplo para hijos y nietos.
Unos hicieron sus muñecos de plastilina, otros recortaron y dibujaron, otros fotografiaban, niños y niñas que buscaron sus objetos que iban a moverse, y fotografiaron, y movieron los objetos y las figuras, y más fotografías, un disparo por cada movimiento, mueve un poquito, nuevo disparo, una sucesión de imágenes con ligeras variaciones para dar la sensación de movimiento, como explicaba don Olegario, unas 17 fotos darían para un segundo de filmación, y mover la plastilina, la cartulina, o el cartabón, un poquito, zas, y otro poquito, zas, con mucho cuidado y delicadeza, sin pelearse, no mover de más ni de menos, se necesita mucho tiempo y cuidado para tomar todas las imágenes necesarias y que el resultado fuera el mejor posible.
Y las fotografías paso a paso se convirtieron en movimiento, y nacieron así unas divertidas historias, a las que más tarde se añadieron sonidos, música, letreros, para llegar a un resultado final que colmó todas las expectativas, de pequeños y mayores, y se produjo un maravilloso resultado final, un proceso cinematográfico completo.