De todo el mundo es sabido que las prohibiciones tajantes nunca fueron buenas, y menos en asuntos escolares, donde cada quien se las ingenia para hacer de su capa un sayo, despistar al adversario o sacar partido de la adversidad. Cuando el director de la escuela en las que se mueven los personajes de estos relatos prohibió la utilización de teléfonos móviles o de cualquier otro artefacto con el que se pudiera transmitir a distancia, se destapó la caja de los truenos. Don Carlosmari, el director, olvidaba que la escuela es una institución ancestral, que sobrevive a pesar de adversas vicisitudes, ataques, represiones, recortes presupuestarios, terremotos, inundaciones y todo tipo de fenómeno meteorológico o totalitario.
Los personajes, alumnos, profesores, conserjes, personal de limpieza y seguridad de este relato se ponen de acuerdo para burlar la prohibición y, de paso que postulaban a un premio municipal, aprendieron a dejar para la posteridad documentos filmados con los móviles sobre la naturaleza, la defensa del medioambiente y la conservación del legado que el mundo debe transmitir a generaciones venideras.
Un nuevo relato publicado en la Revista Aularia.
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